¿HACIA DOS PUEBLOS JUDÍOS?
El Ejecutivo israelí acaba de llegar a un acuerdo con el ala ultraortodoxa en su coalición según el cual queda congelada la construcción y habilitación de una zona mixta -hombres y mujeres, donde las mujeres podrán rezar, ponerse kipá, tefilín, leer la Torá- en la parte sur del Kotel (Muro de los Lamentos).
El acuerdo habla también de las conversiones, en las que de por sí la ortodoxia mantiene la última palabra a la hora de aprobar una conversión al judaísmo. Según el acuerdo, no se permitirán las conversiones realizadas a nivel privado (aunque fueren también ortodoxas), y solamente serán reconocidas oficialmente las efectuadas y/o autorizadas por el Rabinato de Israel. Con ello, la ortodoxia oficial tapa todo posible escape.
Como era de esperar, la judería diaspórica puso el grito en el cielo. Lo llamaron "una bofetada" en la cara del resto del pueblo judío, e incluso traición. Uno de los editorialistas en inglés dijo: "Un primer ministro sin carácter ni columna vertebral les acaba de decir a los judíos de la Diáspora que no los quiere ni los necesita".
La pregunta es: en qué momento las comunidades de la diáspora, en especial la estadounidense, la comunidad más grande e influyente fuera de Israel, mayoritariamente conservadora y reformista, le dirá a quienes conducen el Estado hebreo: "Miren amigos, muy lindo el sueño del Estado, pero nos han dejado afuera. Ergo, desde ahora ustedes allá con su estadito, nosotros acá. Desde ahora somos dos pueblos separados. De todos modos, ustedes ya se niegan a casar a sus hij@s con l@s nuestr@s. Cuando necesiten cualquier apoyo, no pasen por nuestra puerta. Como lo hicimos durante 2.000 años, nosotros seguiremos soñando (y nada más) con volver. Adiós y que les vaya bien".
Bueno, a no preocuparse. Eso no ocurrirá un día de estos. Pero es un proceso. Y ha comenzado hace rato
El Ejecutivo israelí acaba de llegar a un acuerdo con el ala ultraortodoxa en su coalición según el cual queda congelada la construcción y habilitación de una zona mixta -hombres y mujeres, donde las mujeres podrán rezar, ponerse kipá, tefilín, leer la Torá- en la parte sur del Kotel (Muro de los Lamentos).
El acuerdo habla también de las conversiones, en las que de por sí la ortodoxia mantiene la última palabra a la hora de aprobar una conversión al judaísmo. Según el acuerdo, no se permitirán las conversiones realizadas a nivel privado (aunque fueren también ortodoxas), y solamente serán reconocidas oficialmente las efectuadas y/o autorizadas por el Rabinato de Israel. Con ello, la ortodoxia oficial tapa todo posible escape.
Como era de esperar, la judería diaspórica puso el grito en el cielo. Lo llamaron "una bofetada" en la cara del resto del pueblo judío, e incluso traición. Uno de los editorialistas en inglés dijo: "Un primer ministro sin carácter ni columna vertebral les acaba de decir a los judíos de la Diáspora que no los quiere ni los necesita".
La pregunta es: en qué momento las comunidades de la diáspora, en especial la estadounidense, la comunidad más grande e influyente fuera de Israel, mayoritariamente conservadora y reformista, le dirá a quienes conducen el Estado hebreo: "Miren amigos, muy lindo el sueño del Estado, pero nos han dejado afuera. Ergo, desde ahora ustedes allá con su estadito, nosotros acá. Desde ahora somos dos pueblos separados. De todos modos, ustedes ya se niegan a casar a sus hij@s con l@s nuestr@s. Cuando necesiten cualquier apoyo, no pasen por nuestra puerta. Como lo hicimos durante 2.000 años, nosotros seguiremos soñando (y nada más) con volver. Adiós y que les vaya bien".
Bueno, a no preocuparse. Eso no ocurrirá un día de estos. Pero es un proceso. Y ha comenzado hace rato
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