erlín es desde este domingo el foro para discutir el futuro de Libia, inmersa en una guerra civil desde 2014 y que se ha agravado desde el pasado mes de abril, con el recrudecimiento de las hostilidades entre las dos principales facciones enfrentadas y con un saldo de 1.500 muertos entre combatientes y civiles y 100.000 desplazados por el conflicto.
En este contexto, se reunen en la capital alemana el gobierno libio reconocido por la ONU y las fuerzas rebeldes en una conferencia que cuenta también con la participación de sus respectivos aliados internacionales, de Rusia a EEUU, pasando por Turquía, Francia, Italia y Alemania. Todos ellos, para tratar de sentar las bases de un proceso de paz.
Sin grandes expectativas
Dada la situación en el país norteafricano, el objetivo de la cita es modesto pero en absoluto sencillo: que las partes se comprometan a un alto el fuego permanente (el acordado el pasado 12 de enero es violado a diario) y se empiece a cumplir de forma efectiva el embargo de armas, cuestión a la que también las potencias implicadas deben ceñirse.
De momento, ni siquiera es seguro si el jefe del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Libia reconocido por la ONU, Fayed al Serraj, y el del Ejército Nacional Libio (LNA), Jalifa Hafter, que han confirmado su presencia en Berlín, se sentarán en la misma mesa. A principios de semana, ambos se dieron cita en Moscú y Hafter se marchó sin firmar la declaración de alto el fuego trabada con la mediación de Rusia y Turquía y con el "sí" del GNA.
Ahora en Berlín, "Se trata de apoyar los esfuerzos de la ONU para lograr una tregua y una vía para una solución política dentro de Libia", explicó el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, quien con realismo, considera que agregó que "el problema de Libia no se puede arreglar en una conferencia" y que, "en el mejor de los casos", se logrará "el comienzo de un proceso" y se esquivará el riesgo "de una guerra subsidiaria", con poderes extranjeros empleando a las fuerzas locales para no enfrentarse directamente.
Una conferencia de grandes líderes y grandes intereses en juego
A la conferencia de Berlín, también llamada cumbre, acuden los principales protagonistas directos e indirectos del conflicto: los presidentes de Rusia, Turquía y Francia, Vladímir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, y secretario general de la ONU, António Guterres, con su representante especial para Libia, Ghassan Salameh.
Este póker de ases sugiere el complejo entramado de interferencias e influencias extranjeras en un conflicto alimentado por los intereses en las reservas de petróleo de Libia y las rivalidades políticas regionales en juego.
Hafter cuenta con el respaldo de Putin, que acusa a Occidente de haber sumido a Libia en el caos por propiciar la caída en 2011 del dictador libio, Muamar al Gadafi. También le apoyan Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, además de contar con el músculo político de Francia y EEUU (que previamente estaba del lado contrario junto a la ONU, pero que juega aquí sólo un papel secundario).
Al GNA, por su parte, lo apoya políticamente la ONU y económicamente la UE, Italia y Catar, mientras que el respaldo militar, no sin polémica, se lo proporciona Turquía.
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