Análisis: No hay nada improvisado en el plan de Maduro para hacerse del poder total en Venezuela
Está en marcha la operación para imponer la Constituyente de Nicolás Maduro y el grupo que lo respalda desde hace ya más de un lustro. Los poderes alineados mantienen y confirman la hoja de ruta establecida desde antes de la derrota parlamentaria de diciembre de 2015. Al principio fue la designación express de los magistrados con el propósito de garantizarse el control férreo del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Así se anticipaban a lo que ya las encuestas daban por cierto, la pérdida del Poder Legislativo. Se habló luego de choque de poderes y el Gobierno midió la reacción opositora con la decisión de aniquilar a los tres diputados del estado Amazonas que le conferían al nuevo Parlamento la mayoría total. Como no era suficiente, más tarde se impuso la tesis de desacato de la Asamblea Nacional, y se apeló a la maniobra de cerrar los caminos electorales en 2016, y también negándole a la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, la presidencia del Poder Moral, que esto último parecía antes un detalle, y con los nuevos hechos ya se sabe lo que había en el fondo. En paralelo, una tras otra, se dieron las 48 sentencias por parte del TSJ, las cuales le iban dando forma a lo que se llamó un golpe continuado, lo que resultó evidente con las sentencias 155 y 156; las sentencias del autogolpe. De allí en adelante, los poderes, el Consejo Nacional Electoral (CNE), el Poder Moral, el TSJ, el Ejecutivo, han mantenido una misma línea; y esta no es otra que el sostenimiento de la dictadura, la ruptura del hilo constitucional, como bien lo definió la fiscal general. Para ello cuentan con el apoyo decisivo de la Fuerza Armada, y dentro de esta, con la Guardia Nacional, una maquinaria represiva que rompió todos los antecedentes históricos.
Como se ve, no hay improvisación. Ni siquiera la ha habido en el llamado a diálogo. Tanto así que Maduro y el grupo que lo respalda sobrevivieron al año horrible de 2016, amaneciendo 2017 con mejores perspectivas que la dirigencia opositora. Solo que -y este tal vez sea un error de cálculo de tiempo, no de libreto- el autogolpe le brindó argumentos a la oposición y a la comunidad internacional, y, en consecuencia, el escenario de protestas y represión que obligó a poner en marcha la operación de la Constituyente, la cual, al fin y al cabo, es otra vía, sí, pero con igual propósito, que las sentencias del autogolpe: Conformar el régimen dictatorial. El problema es que la Constituyente conlleva el cambio de la Constitución, la Constitución de Hugo Chávez, y ello explica la reacción en contra de un sector del chavismo, entre otros factores la fiscal general, que ya no ven en Maduro y el grupo que lo respalda a los hijos de Chávez sino a traidores del legado del líder muerto. Traidores que además de cambiar el texto constitucional persiguen darle paso a un nuevo proyecto político.
No hay improvisación en el plan. Lo demuestra que una vez presentadas las bases de la Constituyente, el CNE haya convocado, ahora sí, a elecciones regionales y que los poderes hayan aceptado como válido que no se llame a referendo consultivo ni que tampoco sea seguro que la Constitución que salga de la Constituyente corporativa, sea votada. Y de ser votada es porque, dijo Elías Jaua hace poco, así lo prefieren tanto la comisión presidencial constituyente que él preside como el presidente Maduro. O sea, se depende de lo que decida el dictador y uno de los ideólogos.
El plan comenzó con la enfermedad de Hugo Chávez
No hay improvisación en este plan. En este plan que comenzó cuando asomaron los primeros síntomas de la enfermedad de Hugo Chávez y que ahora el grupo encabezado por Maduro observa la oportunidad de rematar. Todo parte de dos posiciones. La primera: que Chávez fue un accidente que le abrió las puertas del poder a la izquierda, a esa izquierda que venía de derrota en derrota frente a los partidos AD y Copei. Maduro, ya presidente, y más en plena crisis de 2014, no ha dejado de ripostarle este hecho histórico a los chavistas críticos, advirtiéndoles sobre el infantilismo que conduce a la derrota y a la pérdida del poder. La segunda: la versión de que el poder cubano también consideraba a Chávez un aventurero, y como tal, sin un cuerpo de ideas ni proyecto, era fácil rodearlo y aprovecharlo, como en efecto ocurrió. De modo que en Maduro y el grupo que lo apoya, La Habana parece haber encontrado a los interlocutores dispuestos para llevar adelante el plan que los complace. Militan en la izquierda. Son comunistas. Siguen el patrón del comunista, y ahora se muestran como alumnos aventajados del modelo totalitario que no retroceden aún con la mayoría en contra, aún con el pueblo en contra, aún con la opinión pública internacional en contra. Además, en Maduro han encontrado, de suerte, una figura menos blanda, y en esto, la oposición se equivocó como también el sector militar chavista y el chavismo disidente.
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