Los árabes israelíes y la ortodoxia judía:
lamentables coincidencias
Ciertamente, las distancias entre los ciudadanos israelíes que adhieren a las diferentes corrientes del Islam y los miembros de la ortodoxia rabínica son amplias, tal vez insuperables. Sin embargo, unos y otros, cuando gozan hoy con plenitud las libertades que la democracia les ofrece, deberían revisar y corregir sus planteamientos y conductas tradicionales, particularmente en el contexto de este conflictivo y costoso periodo electoral.
Por desiguales razones, tanto los unos como los otros apenas revelan un franco apoyo a las instituciones y a los ciudadanos que respaldan la existencia de nuestro país que desde sus inicios ha exigido el esfuerzo - y en ocasiones la vida – de no pocos de ellos.
Demográficamente ambos sectores se multiplican hasta representar casi la mitad de la población activa, tendencia que si continúa sin importantes cambios disolverá la índole del régimen político del país, cuando no su presencia física en el mundo.
Veamos primero el caso de la ortodoxia judía fundamentalista en Israel. Adopta aquí una severa y uniforme vestimenta en correspondencia a los hábitos de la diáspora judía de Europa oriental de los siglos XVII y XVIII. La mayoría de los varones se abstiene de insertarse en los mercados laborales y académicos, y en su lugar trabajan las mujeres con las cuales preservan una convenida distancia. Aportes que no impide que ellas sean desconsideradas social y sexualmente.
Poco y muy pocos de ellos aportan a la economía y a la defensa del país, y, sin embargo, gozan de amplios derechos y facilidades incluyendo el voto con el cual gravitan en la composición de las coaliciones gubernamentales. Y si algunos de sus líderes aciertan a integrarse en la coalición gubernamental no aceptarán el título ministro a fin de ignorar la legitimidad del Estado sionista.
Por otro lado, los árabes que gozan de amplias libertades en el país y se insertan productivamente en los mercados laborales cuentan con un partido que toma parte activa en los torneos electorales y censura sin freno alguno las políticas gubernamentales que les perjudican, un privilegio sin disputa ausente en países vecinos.
En conjunto, unos y otros están protegidos física, económica y socialmente por ciudadanos y por gobiernos a quienes ostensible o indirectamente ellos desprecian. Situación y perspectivas que deberían obligarlos a revisar y cambiar fisonomía y rumbos- si no por algún principio ético o metafísico- llanamente por elemental conveniencia.
A ambos sectores no se les escapa – aunque se abstienen de confesarlo - que si Israel sufrirá algún desastre militar o económico, ellos se contarán también entre sus víctimas a menos que olviden o traicionen lo que hasta aquí han merecido en un país y en una democracia a los que marginalmente aportan.
Temas y perspectivas que los fundamentalistas judíos y los sectores árabes en Israel deberían atender y corregir con franca honestidad, particularmente en el curso de este costoso torneo electoral. ■ Aurora.- Joseph Hodara...
Por desiguales razones, tanto los unos como los otros apenas revelan un franco apoyo a las instituciones y a los ciudadanos que respaldan la existencia de nuestro país que desde sus inicios ha exigido el esfuerzo - y en ocasiones la vida – de no pocos de ellos.
Demográficamente ambos sectores se multiplican hasta representar casi la mitad de la población activa, tendencia que si continúa sin importantes cambios disolverá la índole del régimen político del país, cuando no su presencia física en el mundo.
Veamos primero el caso de la ortodoxia judía fundamentalista en Israel. Adopta aquí una severa y uniforme vestimenta en correspondencia a los hábitos de la diáspora judía de Europa oriental de los siglos XVII y XVIII. La mayoría de los varones se abstiene de insertarse en los mercados laborales y académicos, y en su lugar trabajan las mujeres con las cuales preservan una convenida distancia. Aportes que no impide que ellas sean desconsideradas social y sexualmente.
Poco y muy pocos de ellos aportan a la economía y a la defensa del país, y, sin embargo, gozan de amplios derechos y facilidades incluyendo el voto con el cual gravitan en la composición de las coaliciones gubernamentales. Y si algunos de sus líderes aciertan a integrarse en la coalición gubernamental no aceptarán el título ministro a fin de ignorar la legitimidad del Estado sionista.
Por otro lado, los árabes que gozan de amplias libertades en el país y se insertan productivamente en los mercados laborales cuentan con un partido que toma parte activa en los torneos electorales y censura sin freno alguno las políticas gubernamentales que les perjudican, un privilegio sin disputa ausente en países vecinos.
En conjunto, unos y otros están protegidos física, económica y socialmente por ciudadanos y por gobiernos a quienes ostensible o indirectamente ellos desprecian. Situación y perspectivas que deberían obligarlos a revisar y cambiar fisonomía y rumbos- si no por algún principio ético o metafísico- llanamente por elemental conveniencia.
A ambos sectores no se les escapa – aunque se abstienen de confesarlo - que si Israel sufrirá algún desastre militar o económico, ellos se contarán también entre sus víctimas a menos que olviden o traicionen lo que hasta aquí han merecido en un país y en una democracia a los que marginalmente aportan.
Temas y perspectivas que los fundamentalistas judíos y los sectores árabes en Israel deberían atender y corregir con franca honestidad, particularmente en el curso de este costoso torneo electoral. ■ Aurora.- Joseph Hodara...
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