Similitudes y diferencias entre las dictaduras de Cuba y Venezuela
Por qué la comunidad internacional sigue mirando con simpatía la dictadura cubana, a pesar de ser la "progenitora" de la venezolana
Las dictaduras imperantes en Cuba y Venezuela son gemelas. Es decir, comparten los mismos rasgos esenciales.
Eso no debería sorprender dado que Hugo Chávez, cuando era presidente de Venezuela, le pidió a Fidel que le armara una estructura totalitaria. Castro fue tan diligente que para que no hubieran errores, incluso le mandó personal cubano con vasta experiencia en esas lides. Por cierto, muchos de esos “expertos” aún siguen en Venezuela.
Sin embargo, las respectivas evoluciones que ha tenido la opinión pública internacional ante ambos casos, van quedando cada vez más distanciadas. Tanto es así que Álvaro Vargas Llosa expone en una reciente columna de opinión que:
“ […] mientras crece como una mancha de aceite la conciencia sobre el drama de los venezolanos, la actitud con respecto a Cuba se ha ‘normalizado’; se tiende a aceptar sin mayor incomodidad la existencia de ese régimen…”
La preocupación de Vargas Llosa nos lleva a analizar las causas por las cuales está sucediendo eso.
A nuestro juicio, es un tema de marketing. Es decir, una estrategia publicitaria -que puede estar bien o mal diseñada- para transformar a una persona o lugar en una “marca”. Desde esa perspectiva, dos de los conceptos claves son “imagen” y “posicionamiento”.
La ciencia del marketing ha analizado a fondo la psicología humana, con el objetivo de descubrir cuáles factores impulsan la conducta de las personas. Ha constatado que no es tanto la razón sino la emoción, la que explica las preferencias individuales.
Toda “marca” para ser exitosa debe ser capaz de quedar íntimamente asociada a la “imagen” que previamente ha escogido. La imagen está compuesta por elementos tangibles e intangibles, que representan los valores que esa “marca” quiere transmitir a su público objetivo.
Los profesionales del branding saben que el “producto” a vender es importante, pero mucho más lo son las emociones, sentimientos y valores que le son adosados mediante la imagen de marca y la estrategia comunicacional.
En otras palabras, lo que una imagen de marca comunica no es algo concreto, la realidad objetiva, sino sensaciones que, por definición, son subjetivas. Por esa razón, una vez que el alma de las personas ha forjado una determinado imagen – positiva o negativa-, es muy difícil modificarla.
Por su parte, el posicionamiento es el lugar que la marca ocupa en la mente. Le otorga a esa persona, región o producto una imagen determinada, que se construye a través de la activa comunicación a la audiencia de unos atributos, beneficios o valores distintivos que fueron seleccionados previamente.
Mediante un posicionamiento fuerte lo que se busca, es diferenciarse claramente de la competencia. Para ello, es necesario que se haya logrado transmitir y asentar la imagen deseada. Ergo, es una batalla que se desarrolla a nivel mental.
En 1959 cuando Fidel conquistó el poder, el marketing como disciplina no estaba muy desarrollado, mucho menos el de personas. A pesar de ello, fue sumamente intuitivo y aplicó con mucho éxito diversas tácticas que ahora se enseñan en los centros de estudio.
Él se convirtió en “marca”. Su imagen es la de un David derrotando a Goliat (Estados Unidos). O sea, la de un mito. Y ese tipo de personaje fascina aunque realice cosas aberrantes. Los valores asociados son los de intrepidez, un joven universitario que luchó contra una dictadura (la de Fulgencio Batista) y venció, un gobernante que expandió los sistemas de educación y salud beneficiando a todos los cubanos, especialmente a los más pobres. En otras palabras, un bienhechor de su pueblo.
Es irrefutable que Fidel ha sido un cruel dictador. Los datos objetivos así lo avalan: mantuvo concentrado en sus manos todo el poder por más 50 años. Durante ese prolongadísimo período no existió la separación de poderes, ni una prensa independiente, ni elecciones libres y limpias, violó sistemáticamente los derechos humanos más básicos, asesinó, torturó y llenó las cárceles de presos políticos.
O sea, un vulgar dictador como tantos otros que han asolado al planeta.
Sin embargo, en ancas de la imagen de marca que exitosamente construyó, se posicionó como “alguien admirable” entre los tiranos del mundo. A partir de entonces la realidad, los hechos puros y duros, dejaron de tener relevancia; lo único que pasó a importar fueron las “sensaciones” que despertaba en su público objetivo.
Es por esa razón que es imposible que los detractores y los defensores de Fidel puedan mantener entre sí una conversación medianamente coherente, porque ambos grupos se mueven en mundos diferentes. Los primeros, en la esfera de la razón y los hechos objetivos mientras que los segundos, en el subjetivo de las emociones y sentimientos.
Y es precisamente en el campo del marketing político donde surgen las abismales diferencias entre las dictaduras cubana y venezolana, porque en los demás aspectos son muy similares.
Además, hay que tener en cuenta la profunda transformación que han tenido las técnicas de la comunicación en los últimos años. No es un dato menor. En la época en que Fidel construyó su imagen de marca, la información estaba concentrada en pocas manos. Por tanto, era más fácil manipular a la opinión pública y evitar que se supiera la verdad. Hoy ya no es así. Para beneficio de la humanidad, se ha democratizado el acceso a la información que, en gran medida, ha quedado fuera del control de los gobernantes. Ya no es tan fácil ocultar lo que ocurre dentro de una nación porque existen las redes sociales digitales.
Además, Cuba es una isla, lo que facilita su control total. En cambio, los venezolanos cuentan con fronteras terrestres, lo que permite el intercambio comunicacional directo. El demacrado aspecto físico de los venezolanos, su desesperación, son testimonios elocuentes de primera mano de lo que ocurre dentro de Venezuela. Frente a sufrientes personas de carne y hueso, que tienen nombre y apellido, desinformar se torna muy difícil.
Por esas vías se ha ido construyendo espontáneamente la imagen de marca de Nicolás Maduro, que no es favorable y él no puede controlar. Los sentimientos que provoca son sumamente negativos. A esta altura, parecería que tampoco le importa mucho ese “detalle”. Lo cual constituye un craso error.
No ha logrado un posicionamiento favorable. En consecuencia, para el mundo en general y los venezolanos en particular, Maduro es un sanguinario déspota como tantos otros que han devastado a América Latina.
A todo eso hay que agregarle que con respecto a estrategia comunicacional, Maduro se parece a un elefante caminando entre estanterías de cristales…
En cambio, tanto Fidel como Hugo Chávez eran conscientes de la relevancia que tienen la imagen de marca y un conveniente posicionamiento, porque son instrumentos eficaces para conquistar los espíritus y por tanto, el apoyo de la comunidad internacional. Por consiguiente, fueron muy cuidadosos en ese aspecto.
En conclusión, la diferencia entre las dictaduras cubanas y venezolanas es tan solo de percepción mental subjetiva. En todo lo demás, son idénticas.-PanAm Post...
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