viernes, 22 de enero de 2021

Parashat Bo !

os súbditos de Faraón. Aprendemos ello de la plaga de los tábanos, ante la cual la Torá nos enseña que “haré distinta en aquel día la tierra de Goshén sobre la cual está situado mi pueblo, para que no exista allí tábano alguno; a fin de que sepas que yo soy .A. en medio La Oscuridad Encontramos en ésta parashá un elemento común entre varias plagas que asolaron a Mitzraim, algunas de ellas a los hijos de Israel y todas a lde la tierra. Y fijaré una demarcación entre mi pueblo y tu pueblo” y es la oscuridad. En la plaga de la langosta: “Y fueron cubriendo la superficie visible de todo el país y el país se oscureció; y siguieron comiéndose toda la vegetación del país y todo el fruto de los árboles que el granizo había dejado; y no quedó nada verde en los árboles ni en la vegetación del campo en toda la tierra de Mitzraim…” (Shemot 10:15) “Entonces .A. dijo a Moshé: “Extiende tu mano hacia los cielos, para que ocurra oscuridad sobre la tierra de Mitzraim, y la oscuridad pueda palparse”. Inmediatamente extendió Moshé su mano hacia los cielos, y empezó a acaecer una oscuridad tenebrosa en toda la tierra de Mitzraim por tres días” (Shemot 10: 21-22). “Y la morada de los hijos de Israel, que habían morado en Mitzraim, fue de cuatrocientos treinta años. Y aconteció al cabo de los cuatrocientos treinta años, sí, aconteció en este mismo día, que todos los ejércitos de .A. salieron de la tierra de Mitzraim. Es noche de observancia con respecto a .A. por haberlos sacado de la tierra de Mitzraim. Con respecto a .A., esta noche es una de observancia de parte de todos los hijos de Israel durante todas sus generaciones” (Shemot 12: 40-42). Parashat Bó nos lleva al corazón de la oscuridad. Se abre el enjambre de langostas que oscurecieron la tierra. Entonces Mitzraim se ve envuelto en el joshej afelá, una “densa oscuridad” (Shemot 10:15) tan palpable que hace que los egipcios sean incapaces de moverse durante tres días. Todo este terror oscuro se acumula hasta la plaga final cuando, a la medianoche, .A. ataca al primogénito en cada hogar egipcio. Por fin, como todo Mitzraim gime en la oscuridad, Faraón enseguida llamó a Moshé y Aharón de noche y dijo: “Levántense, salgan de en medio de mi pueblo, tanto ustedes como los hijos de Israel, y vayan, sirvan a .A., tal como han declarado'” (Shemot 12:31). La oscuridad de Bó es inseparable de la devastación y la muerte. Es, por lo tanto, una fuente de trepidación intensa, no solo para los egipcios, sino también para nuestros antepasados israelitas, y para nosotros. Cuando, nos encontramos arrojados a lugares oscuros, tendemos a alcanzar desesperadamente la luz. El descenso de la oscuridad rompe nuestras ilusiones de control y nos recuerda nuestra propia mortalidad. Parashat Bó nos recuerda que la oscuridad también es la incubadora de la esperanza, el lugar donde nace la redención. En Mitzraim, el pueblo judío se convierte en una nación. Somos concebidos en la oscuridad de la esclavitud y entregados en medio de la eterna noche de vigilia de Dios. Es natural temer a la oscuridad. El anochecer es aterrador. Sin embargo, si nosotros, como nuestros antepasados, deseamos crecer a partir de nuestras experiencias, debemos aprender a abrazar el poder liberador de la oscuridad. En la medianoche egipcia, nuestros aterrorizados antepasados vieron por primera vez la libertad. En nuestras propias madrugadas, nosotros también comenzamos a ver, pero sólo si encontramos la fe para mantenernos firmes a pesar de nuestro miedo, esperar pacientemente en las sombras en lugar de correr prematuramente en busca de la luz. El término arameo para la ceguera es saguí naor, literalmente, “demasiada luz”. Así, el lenguaje de nuestro Talmud revela una verdad fundamental: para crecer, necesitamos la oscuridad no menos que la luz del día. El profeta Yeshayahu elogió a Dios como Yotzer Or, “Creador de la Luz” y como Hacedor de la Oscuridad”. Y nuestra tradición siempre ha reconocido que así como nuestros meses comienzan en las noches más oscuras, en la Neomenia, Rosh Jodesh que celebramos bajo la luna nueva, cuando únicamente aparece un leve destello, también nuestras almas pueden encontrar sustento en las sombras, si tan solo podemos reunir el valor para detenernos allí. Tres meses después del Éxodo descrito en Parashat Bó, los hijos de Israel llegan al Monte Sinaí. Allí, también, se encuentran con una espesa oscuridad, en forma de arafel, la “nube densa” que cae sobre la montaña (Shemot 19:16). La Torá nos dice que aquí es precisamente donde se encuentra Dios. Moshé entra dos veces valientemente en esa oscuridad divina. Él vuelve portando las tablas. Mientras Moshé y Aharón luchan por convencer a Faraón de que libere a los israelitas, las plagas aumentan en severidad y se oscurecen más y más. La plaga de la oscuridad trae “una oscuridad que se puede tocar”, una “oscuridad espesa”, de modo que “la gente no se podía ver, y durante tres días nadie podía moverse” (Shemot 10: 21-23). Y, por supuesto, la más oscura de todas es la plaga final, la muerte del primogénito, que ocurre “en el medio de la noche” (Shemot 12:29) y trae oscuridad total a cada hogar en Mitzraim. Vayehi bajazti halaila, “En el medio de la noche”, todo Mitzraim fue despertado a la hora del tiempo de los sueños o las pesadillas (Shemot 12:29). Incluso Faraón se levantó de su cama real. Vatehi tzaaká guedolá bemitzrayim, qui ein bayit asher ein-sham met, “Hubo un fuerte clamor en Mitzraim, porque no había casa donde no hubiera alguien muerto” (Shemot 12:30). Sí, esta fue la plaga más oscura de todas, afectando a todas las familias, a todos los hogares, ricos y pobres, altos y bajos, culpables e inocentes. Toda familia estaba conmovida por la muerte, unida en la hermandad de la conmoción y la tristeza. En su comentario sobre Shemot, el profesor Umberto Cassuto escribió: “Y Faraón llamó a Moshé y Aharón de noche, a pesar de su orgullo y advertencia a Moshé para que nunca más volviera a ver su rostro, ahora se ve obligado a humillarse y convocar a su palacio a los mismos que hace un momento proscribió. Y todo esto en la oscuridad de la noche, porque el tiempo es apremiante y no se atreve a esperar hasta la mañana. En tres versículos consecutivos, la primera cláusula termina con la palabra noche, como un triple eco que subraya el terror de ese momento de maravilla… Cuando ellos (Moshé y Aharón) aparecieron ante él, Faraón les habló lacónicamente y de manera irregular, en palabras [que tenemos en el texto hebreo] de una o dos sílabas solamente, como uno agarrado por un terrible temor, que no puede hablar con calma”. (U. Cassuto, Un comentario sobre el Libro del Shemot [Jerusalén: The Magness Press, 1967], p. 145). El mismo lenguaje refleja el drama de la historia, tanto en la repetición de la palabra laila, “noche” (en Shemot 12:29, 30 y 31), como en el lenguaje staccato, con una serie de notas muy breves articuladas por separado, del faraón traumatizado. El texto de la Torá quiere transmitir ese drama y traernos a la historia. Sentimos el dolor de aquellos cuyos muertos yacen ante ellos, incluso nuestros enemigos, los opresores. Una cosa que todos los seres humanos tienen en común es la mortalidad. Sabemos que todos deben morir, sin embargo, seguimos lamentando y llorando cuando la muerte se lleva a quienes amamos. Eso es universal, una verdad de la que no podemos escapar. Vatehi tzaaká guedolá bemitzrayim, qui ein bayit asher ein-sham met, “hubo un gran clamor en Mitzraim, porque no había casa donde no hubiera alguien muerto”. Leemos estas palabras y reconocemos ese llanto. Nuestro texto de la Torá nos da presenta la oscuridad soportada por los egipcios como resultado de la terquedad de Faraón, y también de la oscuridad que nuestro pueblo soportó en su camino hacia la liberación. Pero también vemos la luz de esperanza para aquellos cuyos años de esclavitud estaban llegando a su fin, cuando comenzaron a avanzar hacia la libertad. Es terrible la fuerza con la que resuenan estas palabras de la Torá, cuando las leemos en los días de Pandemia, de la cual apenas comenzamos a ver la luz, en medio de tanto dolor y oscuridad. Las palabras de nuestra parashá, aunque en otro contexto, nos golpean tantos años después, como si hubieran sido escritas para nosotros.-Aurora.-Rabino Yerahmiel Barylka...

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