Las mejores anécdotas del Museo del Prado en el cómic de su bicentenario
Todos los años el Museo del Prado dedica un cómic a la gran exposición de la temporada, pero para celebrar su bicentenario ha preferido que su nuevo tebeo ilustre algunas de las anécdotas más curiosas de la historia del Museo. Y para realizarlo nadie mejor que uno de los grandes del cómic: Vincent “Sento” Llobell Bisbal (Valencia, 1953), que ha recogido esas curiosidades en Historietas del Museo del Prado.
“El cómic recoge siete anécdotas sobre el Prado, pero relacionadas con personas -nos comenta Sento-. Es una especie de reconocimiento a los trabajadores que hacen que este museo siga vivo. En el Prado están Goya, Velázquez, Tiziano… pero alguien tiene que cuidarlos. Y este es nuestro homenaje para ellos”.
“Cuando me encargaron el cómic me entró el pánico escénico –confiesa-, porque me daba miedo que me pidieran un tebeo de historia del arte, pero en cuanto entré en el despacho de José Manuel Matilla, el Jefe de Conservación de Dibujos y Estampas, y vi que tenía unas figuritas de tintín me dije: “Este es de la pandilla, le gustan los tebeos”. Y cuando me dijo que no quería algo sesudo, sino más ligero, me quedé más tranquilo”.
“Juntos decidimos que queríamos hablar de las personas: de los vigilantes de sala, de los restauradores, del público, de los aficionados al arte…. de la parte más viva del Museo. A partir de ahí yo le planteé una serie de anécdotas y las fuimos puliendo”
“Para ello -añade Sento- visitamos el Museo y pudimos conocer a muchos de sus trabajadores, y nos metimos en las tripas del Prado, lo que fue muy sugerente. Al principio me costó encontrarle el tono porque no quería que fuese una historieta de batacazos como Mortadelo y Filemón, pero tampoco demasiado enciclopedista. Lo que más nos preocupó fue buscar el lado más humano de las anécdotas”.
Del falso incendio a la bomba
Entre las anécdotas escogidas están desde la fugaz visita de Margaret Thatcher, en 1988, hasta la bomba incendiaria que cayó sobre el Prado durante la Guerra Civil.
“Hay un personaje que nos sirve de hilo conductor y que aparece en todas las historias -asegura Sento-. Es un vigilante de sala que se llama Etelvino Gayangós y que es como nuestro Hombre Enmascarado, ya que parece tener 400 años pero, al igual que el Fantasma, en realidad es que van heredando el puesto de padres a hijos. Es un personaje que aparecía en algunos escritos de José Manuel Matilla y fui yo el que le propuse que lo usáramos”.
En cuanto a las anécdotas: “La primera es el falso incendio de 1891 -asegura Sento-. Ese año Mariano de Cavia escribió en El Liberal una crónica sobre un terrible incendio en el Prado, en el que se habían quemado los Velázquez, los Ribera… Al día siguiente la gente se levantó y se fue corriendo a ver los restos del Museo, pero se lo encontraron intacto. Porque no habían leído la última frase del artículo en la que decía: “Esto puede pasar cualquier día”.
También contamos el robo del Tesoro del Delfín –añade Sento-. Cuando en 1918 un trabajador se dedicó durante un tiempo a robar unas piezas del Tesoro del Delfín. Y lo pillaron con un sistema que se acababa de inventar: las huellas dactilares. Fue una de las primeras actuaciones conocidas de los que podríamos llamar “policía científica”.
“Y la que quizá sea la anécdota más conocida -continúa- la de la bomba que cayó en el museo durante la Guerra Civil y no explotó. Hemos visto muchas veces la foto de la bomba incendiaria incrustada en el techo del Museo –continúa-, lo que mucha gente no sabe es que un señor que trabajaba para la junta de defensa se la llevó de recuerdo y la guardó durante años en su casa, en el armario del dormitorio. Y 80 años después, cuando se hizo la exposición del Arte Protegido, sobre el Museo y la Guerra Civil, el hijo dijo que tenía la bomba en casa; y cuando fueron a buscarla descubrieron que no estaba desactivada y que habían dormido 80 años con ella”.
“La historia que más relación tiene con la pintura –añade Sento- es una que se llama El nuevo Bruegel el Viejo. En 2010 el Prado compró un cuadro muy deteriorado a una familia noble y cuando empezaron a restaurarlo pensaron que podía ser un Bruegel. En esa historia nos metimos en el taller de restauración y es en la que más se habla de arte, ya que cuento un poco cómo se restaura un cuadro”
“Yo podía haber sido restaurador, porque estudié dos años de restauración. Eso si no me hubiera dado al Víbora y a todas estas cosas…” -concluye-
El enfado de Goya
Aunque también hay historias que se han quedado fuera. “Inicialmente -asegura Sento- queríamos hacer una primera historia de la inauguración del Prado, en 1819, pero no encontramos documentación contrastada suficiente”.
“Lo que sí que se sabe es que Goya, que ya era un abuelo, no vino a la inauguración porque estaba enfadado con el rey y fue un par de días después, de incógnito. Y se enfadó mucho cuando vio que lo habían colocado junto a sus coetáneos a los que consideraba inferiores, porque él quería estar junto a Velázquez. Al final yo he hecho un par de ilustraciones y José Manuel un texto en el que se explica esta pequeña anécdota”.
Con este cuarto título, el Museo del Prado consolida su línea editorial de cómics tras El tríptico de los encantados de Max, El perdón y la furia de Altarriba y Keko e Idilio de Montesol. Lo podéis conseguir en la librería del Museo..-rtve.es..-JESÚS JIMÉNEZ...
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