“Esto no es normal”, “nunca habían ocurrido tantos desastres naturales juntos”, “algo está pasando”… ¿Cuándo he escuchado esto antes?
1985. Recuerdo bien ese año.
El 19 de septiembre ocurrió el terremoto de México, de magnitud 8.1, que causó muchos miles de muertos (foto); luego, en noviembre, sucedió en Colombia la catástrofe de Armero, cuando la erupción del volcán Nevado del Ruiz ocasionó undeslave de barro que sepultó a ese pueblo y mató a más de 20.000 personas, tanto allí como en otros lugares de los departamentos de Caldas y Tolima. En el Atlántico hubo cuatro huracanes destructores en esa temporada: Danny, Elena, Bob y Kate (ver Wikipedia).
En aquella época apenas se hablaba del calentamiento global, y nadie pensaba en Corea del Norte, aunque los New Agers ya habían empezado a taladrar las mentes incautas con aquello de la “venganza de la Madre Tierra”.
¿A quién se culpó entonces de esas catástrofes?
Al cometa Halley.
Sí. En 1985 se hablaba mucho sobre el cometa Halley, que en marzo del año siguiente llegaría al perihelio (mínima distancia al Sol) de su órbita de 76 años. El Halley pasaría muy lejos de la Tierra, pero la costumbre de vincular los fenómenos astronómicos a los acontecimientos humanos estaba haciendo de las suyas, como si la Edad Media no hubiese quedado atrás, como si no supiésemos qué son los cometas, y a pesar de que en este caso –como en el de los eclipses– podemos pronosticar con exactitud su aproximación.
Recuerdo un bochornoso programa matutino de televisión en el que invitaron a varios astrónomos del Observatorio Nacional de Mérida (entonces teníamos en Venezuela un sólido cuerpo de investigadores en Astronomía), pero como siempre hacen los productores de TV, los pusieron junto a un circo de astrólogos y fanáticos religiosos, quienes decían que el Halley era un anuncio del apocalipsis. ¿Acaso era casualidad que desastres tan terribles como el de México, Colombia y tantos huracanes, hubiesen sucedido casi al mismo tiempo? (por cierto, la palabra “desastre” viene de “mal astro”). Varios de los astrónomos estaban visiblemente exasperados, pues el manejo del programa por parte de los periodistas fue el usual en estos casos: “decida usted, querido televidente”, después de que el 90% del tiempo se lo otorgaron a los charlatanes. El espectáculo sensacionalista, y no informar y educar al público, es siempre el objetivo.
Casi nadie recuerda aquello, y ahora por añadidura tenemos millones de páginas web, blogs, Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, Whatsapp, e infinidad de canales de cable; casi todos están alineados o sirven como amplificadores para la moda (y el negocio) New Age. De nada parecen servir las excelentes fuentes de información científica de que hoy disponemos, pues quedan ahogadas por la cháchara místico-mágico-seudocientí fica, en la que millones de personas le dan RT y “Like” a la basura.- Publico - Sami Rozenbaum
1985. Recuerdo bien ese año.
El 19 de septiembre ocurrió el terremoto de México, de magnitud 8.1, que causó muchos miles de muertos (foto); luego, en noviembre, sucedió en Colombia la catástrofe de Armero, cuando la erupción del volcán Nevado del Ruiz ocasionó undeslave de barro que sepultó a ese pueblo y mató a más de 20.000 personas, tanto allí como en otros lugares de los departamentos de Caldas y Tolima. En el Atlántico hubo cuatro huracanes destructores en esa temporada: Danny, Elena, Bob y Kate (ver Wikipedia).
En aquella época apenas se hablaba del calentamiento global, y nadie pensaba en Corea del Norte, aunque los New Agers ya habían empezado a taladrar las mentes incautas con aquello de la “venganza de la Madre Tierra”.
¿A quién se culpó entonces de esas catástrofes?
Al cometa Halley.
Sí. En 1985 se hablaba mucho sobre el cometa Halley, que en marzo del año siguiente llegaría al perihelio (mínima distancia al Sol) de su órbita de 76 años. El Halley pasaría muy lejos de la Tierra, pero la costumbre de vincular los fenómenos astronómicos a los acontecimientos humanos estaba haciendo de las suyas, como si la Edad Media no hubiese quedado atrás, como si no supiésemos qué son los cometas, y a pesar de que en este caso –como en el de los eclipses– podemos pronosticar con exactitud su aproximación.
Recuerdo un bochornoso programa matutino de televisión en el que invitaron a varios astrónomos del Observatorio Nacional de Mérida (entonces teníamos en Venezuela un sólido cuerpo de investigadores en Astronomía), pero como siempre hacen los productores de TV, los pusieron junto a un circo de astrólogos y fanáticos religiosos, quienes decían que el Halley era un anuncio del apocalipsis. ¿Acaso era casualidad que desastres tan terribles como el de México, Colombia y tantos huracanes, hubiesen sucedido casi al mismo tiempo? (por cierto, la palabra “desastre” viene de “mal astro”). Varios de los astrónomos estaban visiblemente exasperados, pues el manejo del programa por parte de los periodistas fue el usual en estos casos: “decida usted, querido televidente”, después de que el 90% del tiempo se lo otorgaron a los charlatanes. El espectáculo sensacionalista, y no informar y educar al público, es siempre el objetivo.
Casi nadie recuerda aquello, y ahora por añadidura tenemos millones de páginas web, blogs, Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, Whatsapp, e infinidad de canales de cable; casi todos están alineados o sirven como amplificadores para la moda (y el negocio) New Age. De nada parecen servir las excelentes fuentes de información científica de que hoy disponemos, pues quedan ahogadas por la cháchara místico-mágico-seudocientí
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