El simulacro
Alfredo Yánez Mondragón
27 de marzo de 2019
27 de marzo de 2019
No está fácil entender la propuesta del simulacro de la Operación Libertad planteado por el presidente Juan Guaidó. No está fácil si solo se oye, o se lee, desde la eterna distancia entre hoy y ese día, desde la eterna distancia que existe entre lo que dijo, como lo dijo, el contexto en el que lo dijo y la necesaria organización que pidió cuando lo dijo.
Antes de anunciar la lejana fecha del sábado 6 de abril, Guaidó llamó a la protesta continuada, pidió que nadie se acostumbrara al apagón, a la falta de agua, a la falta de gas. Que cada quien armara el peo, pues. Porque entremos a una etapa –formal- de protesta por todo lo que ocurre, que contraríe lo que en teoría debería ser normal para todos.
Antes de decir que el 6 de abril habrá un simulacro de la Operación Libertad, Guaidó dijo que está planteada una escalada concreta con los trabajadores de la administración pública, con los militares, con los policías. Dijo también que el trabajo hecho con los presidentes Duque, Piñera, Abdo y Moreno, además de lo que se viene haciendo con Trump, sigue su curso, de manera que se entienda claramente que no estamos solos.
Guaidó, en su afán por demostrar que cada paso debe ser dado con la certeza de pisar en tierra firme, no descartó la aplicación del artículo 187 constitucional, en su literal 11, pero prefirió la aplicación del artículo 350, que sin nombrarlo, pudiera ser más efectivo, porque depende de la actitud, la responsabilidad y la actuación de cada uno de los venezolanos.
Desde hoy, y hasta el 6 de abril, lo que se abre es una inmensa prueba de coraje para los venezolanos, que más allá de aferrarse a un mesías, de depender del hito marcado para un día, o de la euforia de un acontecimiento, se verán en la necesidad de preparar, con disciplina y organización, una escalada de protesta que no puede perder el nivel.
Lo que anunció Guaidó no fue la invitación a una fiesta conmemorativa dentro de diez días. Lo que anunció Juan Guaidó, junto a sus visitas a otros estados del país, y la activación de los referentes políticos, y las convocatorias a la organización vecinal, fue la más grande de las protestas que se hayan realizado jamás, porque fue se trata de una protesta cuyo fin es el cese de la usurpación del poder.
Ha dicho, una y otra vez, que cualquier cosa que deba activarse, tiene que encontrar a los venezolanos movilizados, activados, organizados.
Es muy difícil de digerir, cierto, pero lo es porque estamos acostumbrados a creer que las cosas se decretan, y por que por ese decreto se dan por hechas. La verdad, la verdad verdadera, es que nada ocurre así, nada pasa así, nada ofrece buen fruto de buenas a primeras.
No es verdad que los venezolanos estamos preparados para acometer una gesta disciplinada y ordenada, que pueda hacer frente a la mafia que opera desde el poder. Las tentativas y simulacros son necesarios para corroborar que en efecto, la necesidad de despedir a esta mafias es mayor que el miedo.
Es necesario comprobar que los empleados públicos están dispuestos a ausentarse, es necesario saber si de verdad ese 80% de los uniformados está convencido de que un país distinto puede ser posible.
Puede que a muchos no les haya gustado la presencia de Henrique Capriles o Manuel Rosales en la tarima, ni que el acto se haya hecho desde la casa de AD en El Paraíso, o que no estuviera allí María Corina Machado. Puede que a muchos les haya parecido que el discurso se vuelve retórica, puede que la dosis de ánimo esté perdiendo su influencia.
Es entonces la hora de volver la vista atrás –solo la vista- para notar que aunque la mafia se ratifica en su gesta de dominación y deterioro, la ruta trazada según la cual debemos avanzar hacia el cese de la usurpación, un gobierno de transición y unas elecciones libres avanza, en medio de trabas gigantescas, y de las convicciones frágiles de muchos que van cediendo a las circunstancias.
Sí, es difícil comprender que a estas alturas haya que hacer un simulacro. Es casi inconcebible que tengamos que prepararnos tanto para ejercer nuestros derechos.
Solo podremos entender esta dilatada propuesta, si somos capaces de asimilar que la mafia nos ha hecho mucho daño –desde la perspectiva psicológica- y que necesitamos deslastrarnos de la desesperanza, para acompañar con ímpetu cada paso propuesto, desde la queja efectiva de hoy por la falta de electricidad, hasta la arrechera canalizada de cada día por la falta de medicinas, salud, alimentos, agua, seguridad y la larga lista de responsabilidades incumplidas por la parranda de corruptos que usurpan el poder.
No es soplar y hacer botellas. Nadie dijo que sería fácil. El simulacro arrancó, y sin él, -por más que parezca que no lo comprendemos- no será posible una verdadera operación libertad.
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